INVITACIÓN Y BOLETIN: PENÉLOPE ESPERA EN EL IAGO
Sombría y bella, madre de Telémaco, mujer del Odiseo ausente más de veinte años, durante el día Penélope teje una mortaja para su suegro y la deshila en la noche. Espera. Se desgarra, iluminada por la luz de una vela. Deshila y piensa, teje y recuerda, surce y llora, sigue esperando. Intenta convencerse de que algo cambiará su vida...
Estimados amigos y medios informativos
El Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, IAGO, les invita para que nos acompañen este viernes a la
Presentación del fanzine
Penélope
Viernes
26 de diciembre
20:00 horas
en la mesa:
Diego Castellanos
Aarón García
Omar Santiago
Max Tinoco
César Villegas
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Patio del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, IAGO
Macedonio Alcalá 507, Centro Histórico,
Oaxaca, Oaxaca, México
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habrá expo oferta de material gráfico
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entrada libre
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Pluralidad analógica
Como si las plegarias surtieran efecto ó el degolladero de neuronas inhibiera los recuerdos más cimentados, Penélope surge para cerrar y abrir nuevas heridas en esta agrometrópoli, para describir la cotidianidad arrastrada desde hace décadas.
Como si los deseos fuesen fuente inagotable de intervalos entre lo real y la mundana esperanza humana, Penélope busca perpetrar la particular sensibilidad de quienes se encuentran involucrados con el arte visual oaxaqueño, en otros casos, los menos, dar a conocer lo que realmente se está haciendo en las calles.
No hace mucho tiempo un conocido me señaló un graffiti sobre la calle de Joaquín Amaro, allá en la Figueroa, y con repentina sorpresa me dijo: "¿Y creen que eso es arte? Nada más están destruyendo las paredes", las repuestas no tienen que ser de igual agresividad que las interrogantes, no es culpa de ninguno el no entender o siquiera comprender la crudeza rural asfáltica en la que sobrevivimos, la extensa gama de matices sociales en la que braceamos.
Sí las toneladas de propagandas partidistas cada trienio o sexenio no son un ataque directo a la sensibilidad visual, sí los innumerables espectaculares gubernamentales no son bofetadas al alma social, entonces ¿Un stencil, un graffiti ó un cartel, que reflejan una cruda e hipócrita realidad de lo anterior, si lo es?
La respuesta continúa en el aire y ahí permanecerá hasta que la mesura detenga el volado, corte el azar y lo convierta en cordura y razón, hasta entonces seguiremos coexistiendo como fantasmas del pavimento.
El tomar por asalto una pared, el ultrajar el silencio de cualquier barda virgen o redescribir la sobriedad armónica al parecer de una mayoría temerosa de un régimen preestablecido, no nos hará menos o más tanto a unos como a otros, continuaremos en este circo de hormigón bajo los hilos de poder.
Penélope no se cierra a una sola corriente, es, mejor dicho y escrito, la apertura a la particular y plural analogía de quienes sólo buscamos una forma de expresión. Aquí lo substancial es eso, enunciar lo que con algún otro medio además del escrito y graficado no podemos.
Por un momento tomé un descanso al salir, por fuerza y no por voluntad, de una pequeña villa extrasensorial a la corteza mental, en los límites de la medula de la cordura, en la frontera entre lo sinfónico y lo cacofónico. Hoy mi hospicio será la toma visual, mientras el asilo psircótico se levanta de entre sus escombros.
Alias El Dañado (grafitero)
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Penélope:
La irreconciliable espera del ayer
Sombría y bella, hija de Icario, rey de Esparta, madre de Telémaco, mujer de Ulises, rey de Ítaca ausente por más de veinte años, durante todo el día Penélope teje una mortaja para Laertes, su suegro, y por las noches la deshila, esperando la llegada del ayer. Su tarea no es baladí. Cada noche Penélope se desgarra. La imagino iluminada tenuemente por la frágil luz de una vela, deshilando pensamientos, hilando lágrimas, intentando convencerse de que algo cambiará su vida de manera súbita.
La idílica labor que con esta publicación emprenden Villegas, Max Tinoco, Aarón, Wonx y Daseck, cinco diseñadores oaxaqueños que han decidido mostrar sus reflexiones gráficas más allá de la paredes de la ciudad, y entablar un diálogo con el lector que trascienda los descalificativos hacia el graffiti y se afiance en la apreciación del trabajo visual, pareciera tener cierto paralelismo con la mujer de la Odisea.
¿Llegará Ulises a esta Penélope?
La ciudad deviene caóticamente en símbolos y signos que consumimos voraz y vertiginosamente. La ciudad cifrada: de palabras, de ideas, de muertos, de Dios, electrónica, política, publicitaria…, nos trasciende, atraviesa, abarca nuestros cuerpos y mentes. Somos nómadas de significados. Espectros atravezados por un grandilocuente pasado prehispánico y un futuro migratorio.
En la urbe las capas de realidad se yuxtaponen, y para cada grupo social la ciudad es un cuerpo distinto que descifrar, al cual acercarse. Para algunos no basta consumir atrozmente ese cuerpo de símbolos: contemplar el vaivén de significaciones como a una mujer lejana. Es necesario apropiarse de ellos, sujetarlos creativamente, resignificar la cotidianeidad aproximándose a la sensualidad simbólica de la urbe.
El ejercicio gráfico planteado en este número de Penélope: una virgen de Guadalupe dividida en cinco secciones, cada una recreada por un diseñador, es parte de ese ejercicio de resignificación, y la pieza resultante bien podría ser un fractal que evidencia no sólo un Oaxaca híbrido y conflictuado, sino las visiones sarcásticas y juguetonas que sobre sus símbolos más idolatrados tienen los jóvenes.
La imagen de la mujer que es todas las mujeres, pero más, que es todas las mujeres-madres –con todos los referentes semánticos que esa palabra, madres, puede tener en México— está ataviada no con el manto constelado que ha sido tanta veces sujeto de estudio, la cubren dragones chinos y cucarachas. Entre sus manos piadosas y sangrantes la virgen sostiene una pistola. Sobre su cabeza relucen símbolos prehispánicos y un autobús, bajo sus pies un querubín pacheco la soporta.
La pieza colectiva se debate entre una aguda y bien lograda editorial gráfica que toca temas sensibles en una sociedad aún conservadora y restrictiva, con alusiones a símbolos prehispánicos, urbanos y de la cultura de la violencia, y charadas sin mayor reflexión, logro visual o trabajo de investigación.
Volemos sobre el paisaje gráfico urbano de Oaxaca. Si nos permitimos apreciar de manera desapegada esta forma de expresión, apartados de los prejuicios en favor o en contra, volando sobre ellos, podremos distinguir un par de cuestiones profundas que el graffiti plantea a dos estructuras de poder: gubernamental y artístico.
Si bien el graffiti ha estado presente de manera constante en la ciudad de Oaxaca –desde las pintas poéticas en el Barrio de Xochimilco en la década de los 60, pasando por las sentencias subversivas de grupos contrarios al Estado y pandillas en las décadas siguientes, hasta los gráficos de distintos colores realizados por estudiantes de arte a partir de 2000— no es sino hasta 2006, debido al conflicto social oaxaqueño, cuando graffiteros de distintos estados de la república hicieron presencia en los muros de la ciudad.
Aquel año, el graffiti tuvo auge notorio en el número de obras y en la diferencia de los motivos, símbolos y representaciones dibujadas en varios lugares de la ciudad, con distintos estilos en el trazo. La mayoría de las piezas criticaron de manera directa, hasta burda, la estructura gubernamental. Las imágenes de violencia y corrupción eran comunes. Las representaciones gráficas eran más una catarsis que una propuesta estética, la propuesta era la misma acción: el movimiento oaxaqueño de resistencia civil.
Otros creadores destacaron por impactar en el transeúnte de manera directa, pero sin olvidar el equilibrio en la composición de las imágenes, el uso de distintas placas y colores y, sobre todo, no siendo obvios, fáciles, en su discurso, sin dejar a un lado su raíz contestataria.
Si recordamos que el graffiti ha estado históricamente vinculado a la expresión de inconformidades individuales o sociales –desde los mensajes que los soldados dejaban en los baños en Pompeya o en Roma antigua, pasando por las pintas anti Nazis en Alemania y Estados Unidos, luego de la Segunda Guerra Mundial o, ahora, las obras del británico Banksy en los muros de la frontera israelí—, no es una casualidad que en un estado como Oaxaca ésta forma de expresión haya crecido al grado de suscitar interés no sólo de pintores, galeristas, curadores y críticos de arte, sino de antropólogos y sociólogos que han visto en los muros los rastros de las dinánicas urbanas que es necesario comprender.
La segunda cuestión que plantea el graffiti, me refiero, claro, a quienes lo hacen y lo que representan –lo que sea que esto sea—, es hacia las instituciones de arte en Oaxaca: galerías, museos, pero también hacia los artistas y promotores.
En México la tradición de arte público es amplia. Los muralistas, a mediados del siglo XX, basados en las ideas políticas marxistas; y el movimiento de la neográfica, en la década de los setenta, con Suma y No grupo, que apreciaban las calles de la Ciudad de México no sólo como el soporte de su obra sino como parte integral de la misma, en cuanto al contacto del arte con personas de a pie, son algunos ejemplos de corrientes artísticas vinculadas con aspectos políticos. Uno de los preceptos básicos de la neográfica fue cuestionar las estrategias de producción, difusión y reproducción del arte. Buscaba vincularse de manera directa con la gente, toparse, literalmente, con ella.
En Oaxaca aquella intención inquisitiva hacia las instituciones del arte, si bien ha existido, ha sido secundaria. En términos generales, los graffiteros oaxaqueños, o radicados en la ciudad, no buscaban, al menos inicialmente, cuestionar las formas ortodoxas de difusión del arte en un estado con una tradición plástica ancestral; pero lo han hecho. Tampoco buscaban la incursión de su obra, de su firma, en una publicación, galería o museo, ni vincularse con artistas, críticos de arte o art dealers; sin embargo ha sucedido.
Sin quererlo, a partir de 2006, la banda graffitera confrontó al art system oaxaqueño y también, en algunos casos, sucumbió ante él: ante el facilismo discursivo y la falta de creatividad en la propuesta estética de sus grabados.
Centros culturales como el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) y el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO); proyectos independientes como La Curtiduría, TyP y Salón Central; galerías como el ahora desaparecido ESMUJ (Espacio Multidisciplinario Juvenil), apoyado por la Secretaría de Protección Ciudadana (SEPROCI) y Manuel García Arte Contemporáneo; artistas como Demián Flores y Guillermo Pacheco, han prestado atención a las sensibilidades sociales expresadas a través del graffiti, y han abierto sus puertas a esta expresión.
Alonso Aguilar Orihuela (escritor y periodista)
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